Juzgar y ser juzgado

Nos encanta juzgar a las personas, utilizando solamente nuestro punto de vista. Pero cuando pasamos por algún sufrimiento, ¿es eso lo que esperamos que hagan con nosotros? Por supuesto que no. Lo que esperamos y necesitamos es de un hombro amigo, de alguien que nos extienda su mano y nos ayude. Lo que necesitamos es de un amigo que se siente a nuestro lado y sienta con nosotros ese dolor. Necesitamos de consuelo y no de juzgamiento. Dios sabía muy bien de eso. Él, al mirar al ser humano, tuvo compasión. Él podía juzgarnos, y con toda razón condenarnos al infierno, pero prefirió ayudarnos y consolarnos enviando a Jesús, el consuelo de Dios. Jesús es Dios viniendo hasta nosotros acogiéndonos y consolándonos. Él dio la vida de Jesús para rescatarnos.

Oremos: Ven Señor Jesús, y llena mi vida de paz y consuelo. Amén.

“No paguéis a nadie mal por mal…” (Romanos 12:17)