Resolviendo las controversias

El odio es un sentimiento que dificulta mucho nuestra vida. En la mayoría de las veces es sigiloso, secreto, oculto en el corazón. Y sabemos que no trae ningún provecho para quien lo siembra además de poseer un alto poder destructor. Cuando no es tratado, termina alejándonos de nuestros semejantes y también de Dios. Jesús, en Su sermón en el monto, apunta para el sentimiento de odio y dice: “Pero yo les digo que todo el que se enoje con su hermano quedará sujeto al juicio del tribunal. Es más, cualquiera que insulte a su hermano quedará sujeto al juicio del Consejo. Pero cualquiera que lo maldiga quedará sujeto al juicio del infierno”. La orientación de Jesús es que siempre que nos presentemos a Dios, miremos primero dentro de nuestro corazón y si nos acordamos que tenemos alguna cosa contra alguien, es mejor que nos vayamos a dialogar con esa persona y tratemos el asunto de tal manera que el problema se resuelva con perdón mutuo.

Oremos: Concédeme, Señor Dios, que en mi vida yo ame cada vez más a mi semejante y supere los sentimientos que molestan la vida cristiana y que no son un buen testimonio del Salvador. Amén.

Lee en tu Biblia: Mateo 5:22