Victoria

«Tú, Señor, eres quien salva;¡bendice, pues, a tu pueblo!» Salmos 3:8

Las olimpiadas terminaron. Muchos salieron victoriosos, pero la gran mayoría salio sin medallas y sin alcanzar sus objetivos. La culpa del fracaso de los atletas brasileños fue puesta en el aspecto psicológico, como si no estuviesen preparados para competir bajo presión. En nuestros días cada uno de nosotros «Competimos bajo presión» y no siempre alcanzamos nuestros objetivos, sin embardo debemos continuar. Espiritualmente no tenemos oportunidad de vencer la batalla con nuestros propios esfuerzos. Somos muy débiles y no vencemos nunca. Dios, sabiendo de nuestra debilidad, nos providenció la victoria. Él envió un «Super Atleta» – Jesucristo. Él venció la muerte al resucitar el domingo y promete que todo aquel que en Él confía no morirá, sino que vivirá eternamente. Confía en Él, Él no fracasó, Él venció la muerte, Él es nuestra victoria. Amén.

Oremos: Amado Dios, gracias por la victoria que me das por medio de Jesús. Ayúdame a vivir diariamente con la seguridad de que en Cristo soy más que vencedor. Amén