Verdadera Paz

Fue en una tarde de viernes que el mundo sirvió de palco para un acontecimiento inédito. En lo alto de una colina, cerca de Jerusalén está colgado, muerto, el Rey del universo. Brazos extendidos, las manos perforadas por los clavos, el cuerpo desfigurado y cubierto de sangre. Pero entonces surge un nuevo día en la historia de la humanidad. En el siguiente domingo, tempranito, antes del amanecer, María Magdalena y la otra María fueron a la sepultura de Jesús. Luego del temblor de la tierra, un ángel da la buena noticia a las mujeres: “No está aquí, pues ha resucitado, como dijo” (Mateo 28:6). Las mujeres volvieron de prisa para llevar esta buena noticia de gran importancia y alegría a los discípulos. De repente Jesús aparece delante de las mujeres y les dice: “¡Que la paz sea con ustedes!” (V. 9). El sepulcro vacio tiene un mensaje de fe, vida y esperanza para todos nosotros: ¡Cristo Resucitó! ¡Él vive! ¡Aleluya!. Jesús, quién fue crucificado y muerto por causa de nuestros pecados, resucitó trayendo al mundo el mensaje de reconciliación que conduce al hombre de vuelta a la comunión con el Creador. Creer o no en la resurrección de Cristo, y en tu misma resurrección, hace toda la diferencia en la vida de las personas. Esa diferencia es la vida eterna. El cristiano sabe que un día, tarde o temprano, morirá. Pero también sabe y cree en la promesa que Jesús hizo a sus seguidores: “Porque yo vivo, vosotros también viviréis” (Juan 14:19). Hoy podemos celebrar y festejar, y decir con toda seguridad: ¡Cristo resucitó! ¡Él vive! ¡Aleluya!. Podemos también escuchar a Jesús decirnos: “¡Que la paz esté con ustedes!”.

Oremos: Amado Dios vivo, te agradezco porque tengo la seguridad de la salvación y vida eterna en Jesucristo. Gracias te doy, pues mi Salvador vive y yo también viviré. Amén.

¡Que la paz sea con ustedes!” (Mateo 28:9)