Tratar con igualdad

Muchas veces tratamos a las personas de manera distinta debido a su apariencia, o por causa del tipo de ropa o joyas que utilizan. Para Dios hay otra medida de valor. Los pobres a los ojos del mundo no son necesariamente pobres delante de Dios. Pueden ser ricos y herederos del reino de los cielos. Cuando diferenciamos a las personas no estamos reflejando la voluntad de Dios. Nuestro Dios no tiene favoritos, solamente favorecidos. Y en Jesús todos son favorecidos. Gracias a Dios no somos juzgados por nuestro exterior o por nuestras realizaciones. Jesús murió en la cruz por todas las personas, sin discriminación. Él ama y quiere la salvación de cada uno de nosotros.

Oremos: Señor, el mundo favorece y discrimina a las personas. Ayúdame a imitar tu amor y practicar la fe imparcialmente. Amén.